domingo, 20 de diciembre de 2015

Trayendo a nuestros abuelos a la reflexión de la mañana.

Tengo una edad en la que la gente de la generación anterior a la mía se va haciendo muy mayor. En este momento mi madre está bastante delicada, algunos de mis tíos ya han fallecido, y los familiares de mi mujer también se están haciendo mayores. Es tiempo de devolver cariños y cuidados, todos esos que en su día nos regalaron. Es tiempo de reconocimientos.
Hace un par de años, una prima le hizo una entrevista a su padre cuando cumplía 80, en la que repasaban su vida desde niño, sus valores más profundos, las vivencias en el pueblo, cuando vino a estudiar a Madrid, sus expectativas de futuro, su convivencia en familia, cómo ha sido su vida tras la jubilación laboral.
Y hace unas semanas enterramos al padre de un buen amigo. Su nieta leyó en el funeral una carta que le había escrito en sus últimos días en la que rescataba toda su fuerza, su alegría, su talante, su carcajada, su tirar pa'lante, su poner peldaños a las cuestas. Y decía también algo así como, "aunque te vas, te quedas en un nosotros, no te apagas del todo, y siempre serás, sin fin".
Todo esto me emocionó profundamente, y quise traer/llevar a la oración de la mañana todo ese cariño, reconocimiento y respeto que merecen nuestros mayores.



Se lo propuse a mis chicos de 1º ESO (12 años!!!), y lo aceptaron abiertamente, sacando sus sentimientos a pasear, escribiendo en directo sus emociones, en silencio, concentrados, con alguna que otra lágrima emocionada en la clase. Y escribieron cosas como estas (no lo escribo literalmente, mezclo algunos de sus escritos para poder redactar de manera comprensible):
Tengo ganas de ir a verte, siempre me devuelves una sonrisa al verme. Siempre miras el lado bueno de las cosas, a pesar de tus 88 años, te queda energía para repartir. Me quedo con tu alegría y tu espíritu joven. Me encanta que me cuentes historias de tu vida. Dios te ha dado una buena vida, y tú la has aprovechado al máximo, te has guiado por Él. Te has sabido comportar en los momentos importantes.
Querido abuelo. Ya no estás. Te agradezco todo lo que has hecho por mi, sé que estás con Dios, la mejor compañía. Me diste confianza, alegría por saber que siempre estabas. Eres muy importante en mi vida.
Querido Nonno/nonna: gracias por recoger mi chupete siempre que lo tiraba, porque vuestra sonrisa me tranquilizaba, por jugar conmigo al fútbol cuando vuestro cuerpo y vuestra mente ya no tiraban, por vuestro sentido del humor, por cantarme por las noches para que me durmiera. Me quedo con tu paciencia, tu delicadeza y tu afán por las cosas buenas. De mi abuela me quedo con su voz, su orden y amor por las cosas que le gustaban. Me quedo con la sonrisa y el sentido del humor hasta en los momentos tristes, me quedo con los cumplidos, el optimismo, con el "ya hemos terminado, lo hemos hecho bien ¿no?"
Me encanta que el abuelo y tú os queráis tanto, me encanta abrazaros. Aunque no sabéis leer, intentaré demostraros con mis actos lo que estoy escribiendo.
Gracias por haberme dado la mejor madre y padre, tíos y primos. Dios nos ha dado la mejor familia. Gracias por tener tanta paciencia y querernos tanto.
Gracias por invitarnos a comer tantos domingos (¡qué bien cocinas abuela!), y por llevarme a merendar a veces a escondidas de mis padres. Gracias por vuestros regalos no materiales, esos besos, sonrisas y abrazos. Que seáis así me hace sentirme mejor.
Los abuelos, los miembros más importantes de familia. La viva imagen de Dios que te dicen en cada momento qué es lo correcto. Gracias por soportarnos cuando no nos portamos muy bien.
Me acuerdo cuando bajábamos juntos al huerto y luego almorzabas conmigo. Te echamos mucho de menos, en las comidas, en los cumpleaños, en las cenas de Navidad. Seguro que eres muy feliz allí arriba. Quiero ser tan fuerte como fuiste tú.
No sigo, por no alargarlo más. Y por no seguir sobrecogiéndome. Hay días que merece la pena cambiar un rato de matemáticas por otra cosa ¿verdad?.
Animarnos a seguir sorteando ausencias para que no haya entre nosotros ningún adiós definitivo. Cuánto aprendemos con los mayores. ¡Os queremos abuelos!

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