Lo he usado estos días con los chicos de 1º de ESO en la oración de la mañana. Les decía y les confesaba personalmente, que las personas tenemos muy a menudo una gran dificultad de darnos cuenta de que hacemos daño, y muy poca capacidad para pedir perdón. En mi caso esta dificultad es bastante grande con determinadas personas. Y pienso que es una de las virtudes que deberíamos practicar más. Nos devuelve al camino de la reconciliación, de la sanación de las diferencias y heridas personales. Para nada es un intento de martirizar a los chicos con la culpa o el remordimiento, sino más bien pretendía hacerles/hacernos caer en la cuenta del daño que a veces hacemos a otros.
Pedir perdón es una actitud valiente. Sentirse perdonado, un regalo. En ambos casos, es una experiencia que nos hace crecer. Una intención del alma que nos recupera, que nos devuelve la paz.
Les pedía yo a los chicos que mirasen y escuchasen el vídeo con calma, y que después considerasen la posibilidad de pedir perdón a alguien, por escrito. Como tantas veces, cuando les pongo un vídeo o una canción que les interpela o emociona, han aplaudido al terminar.
En la mayoría de los casos han salido sus padres o sus compañeros como destinatarios de ese deseo de reconciliación. Han salido peticiones como estas: