Desde que Sir Ken Robinson sacudió la escuela con su conocido vídeo “Las escuelas matan la creatividad”, algunos profesores nos sentimos interpelados a no seguir haciendo siempre lo mismo. Y tenemos cada día el reto de innovar y educar a nuestros niños y jóvenes con una metodología más allá de la tiza y la pizarra.
A veces me sorprendo en el aula cuando mis alumn@s me piden permiso para ser creativos; llevan tanto tiempo recibiendo pautas marcadas… Cuando les hago propuestas para que realicen trabajos sobre cualquier tema, y les doy libertad para elaborar en equipo el tipo de producto que ellos quieran quedan un tanto descolocados, no están acostumbrados a poder elegir esto. Prefieren formatos más convencionales, que no les obliguen a salir de su “zona de confort”. Últimamente suelo aportarles una rúbrica de evaluación, para que no se sientan tan perdidos y sepan en base a qué van a ser evaluados. Yo siempre les animo a ser muy visuales, incorporando mapas mentales, esquemas, nubes de palabras, imágenes, mapas conceptuales, dibujos explicativos y bocetos de sus ideas, diarios de trabajo. Y les hago pasar a los pobres por el filtro de la presentación oral.
Creo que debemos ayudar a los jóvenes a perder el miedo a afrontar con creatividad las tareas que les encomendamos, a animarles a creer que todos podemos ser creadores,asumir el reto de que “para crear hay que creer” (Miguel Ángel Cornejo). Y los alumnos poco a poco pasan del pánico a la confianza en sí mismos, aceptan el reto, y lo suelen hacer muy bien.
¿Por qué nos conviene una escuela creativa y colaborativa?
- Porque ayuda a mejorar la autoestima de los alumnos y a defender con confianza sus ideas.
- Porque anima a los alumnos a viajar dentro de sí mismos.
- Porque invita a atreverse a equivocarse, y a desdramatizar el error.
- Porque genera espacios de colaboración y compromiso grupal, a defender argumentos ajenos, a tomar roles.
- Porque facilita la resolución de problemas al analizarlos desde nuevos enfoques, incluso desde el humor, la inversión de ideas o el absurdo.
- Porque estimula a asumir retos tipo “¿Por qué no?”, “Ojalá”, “Sí, y además…”, “¿Qué pasaría si?”.
- Porque compromete a dar lo mejor de sí mismos.
Pobrecillos, les ha tocado un profe curioso, capaz de pedir a sus alumnos tareas que él mismo a veces no sabe hacer. Al que todo le interesa, y lo prueba con ellos. Un auténtico caradura. Ahora estamos probando los “Pechakuchas” ¿qué será eso?
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