El pasado mes de Julio, cuando llegué al Encuentro de Profesores Mercedarios en Santander, Guillermo Aguirre – el organizador – me dijo que “tenía preparado algo para mí”. Pensé: “uff, peligro… ¿querrá que tuitee el encuentro?, ¿que sea monaguillo en alguna celebración?, ¿que dé algún testimonio en el encuentro?”. Pues efectivamente, lo que me pidió fue lo tercero.
En los diez minutos siguientes, ocurrió lo siguiente:
A los 5 segundos le dije que sí, sin problema. A los dos minutos le dije que no (miedo escénico). Tres minutos después finalmente quedamos en que sí, dadas sus dotes de persuasión y mi facilidad para dejarme liar.
¡Vaya encarguito! ¡El carisma!. La mente se puso a 100 por hora, empecé a pensar... Xto Redentor, la caridad, ¿qué era lo otro? ¿dónde están mis apuntes? ¡Socorro!. ¿Hay Wifi en este hotel?
¡Ah, sí, María de la Merced, salvado!
¿salvado? ¡Pero si lo tengo que entroncar con mi vida! ¡¡¡Guillermooooo, qué marrón!!!
Estoy acostumbrado a hablar a grupos de 30 alumnos, pero no a 270 profesores. Total, que el último día, junto con otros profesores de Euskadi, Martorell, Ferrol y un servidor, contamos nuestra experiencia en los colegios mercedarios, y nuestro amor por la Merced y su carisma.
Voy a intentar reproducir aquí lo que dije, y lo que no dije (me aturullé y dejé unas cuantas cosas en el tintero, que reproduzco aquí).
Más o menos quise decir lo siguiente:
Acercamiento al carisma de la Merced:
“Hay cosas que pensamos que ocurren en la vida por casualidad, según nuestra percepción, pero probablemente no es casualidad, si no que hay causalidad en ellas, la causa de las cosas de Dios. Y Dios te pone en el camino personas y situaciones que te ayudan, que te interpelan, que te orientan para seguir “sus causas”.
Primera mediación: A los 17 años, haciendo COU con los padres Somascos, murió mi padre. Sin darme cuenta, me orientaron y me llevaron de la mano hasta los Jesuitas, a estudiar la Ingeniería Industrial con la que me titulé unos años después.
Segunda mediación: en el verano de 4º de carrera, le pregunté a mi tocayo Paco Martín, estudiante también en ICAI, qué iba a hacer en verano. Me dijo que iba a ir a un campo de trabajo con los Mercedarios (yo entendí mercenarios), a la cárcel Modelo de Barcelona. Y sin pensarlo mucho, nos fuimos para allá los dos.
Estuve haciendo un taller de arcilla con presos fundamentalmente transexuales, y latinoamericanos. Pasando ratos por la tardes en los patios, en la enfermería. Allí descubrí la persona que hay dentro de cada persona frágil, excluida, con sus sueños, sus deseos, sus penas, su familia. Y fue precioso y revelador poder escuchar, acompañar, estar al lado de, imaginar el futuro. Los frailes me hablaron de Pedro Nolasco, de la redención de cautivos, del significado del escudo, me tantearon la posible vocación…
Después de esto vinieron convivencias, encuentros, ejercicios, pascuas juveniles, rurales, más campos de trabajo. Conocí a la que hoy es mi mujer y en 1993 fuimos juntos a BCN a otro campo de trabajo en la prisión de jóvenes de la Trinidad, después de 6 meses como voluntarios en la cárcel madrileña de Carabanchel, módulo de madres, sacando a los niños de las presas los fines de semana para jugar con ellos. El mundo de las prisiones me había enganchado. Ella es una mujer valiente, comprometida, en eterna y continua búsqueda, con una visión del derecho desde los partidos, molidos y apaleados por la vida, que cree en la justicia restaurativa, muy vinculada a la defensa de las mujeres maltratadas. Es una suerte estar a su lado, viviendo y siendo continuamente interpelado. Cuando acabamos la carrera, nos vinculamos (sobre todo ella) a la Asociación Apoyo, en el barrio de Moratalaz, acompañando a chicos en proceso de deshabituación con las drogas, con un piso en los que cumplir condena (alternativo a la prisión), chavales que avanzan y retroceden, a los que la vida no les pone fácil cómo reinventar su vida”.
“En 1998, después de 3 años en una empresa de consultoría –claramente aquello no era lo mío-, entré a trabajar en las Mercedarias de Alfonso XIII, en Madrid. Desde entonces, han pasado 13 años y he acudido a los 5 encuentros. Ya en 1999 oí a Guillermo (otro de mis mediadores - interpeladores) aquello de “mi sin igual madre y protectora, madre de los que no tienen vino”, o eso otro de los chicos molidos y apaleados que tenemos en nuestras aulas que tienen que ser nuestros favoritos”.
Vivir el carisma de la Merced en el día a día de la escuela:
· Me mueve a ser merced el pensar que cada persona (cada alumno) puede y debe llegar a ser lo que late en su corazón, y que yo no he aparecido en su vida para bloquear eso.
· Me mueve a ser merced tener en nuestro colegio a niños de integración, que son una riqueza para todos. Suponen un reto como profesor, una posibilidad para sus compañeros de conocer una realidad distinta, una oportunidad para estos niños el socializar con niños “normales”. Su discapacidad, una suerte para todos. Algunos de sus compañeros los miman, los cuidan, los quieren, los festejan, están pendientes de ellos, son una ayuda inestimable para nosotros. Son un regalo para todos.
· Me mueve a ser merced decirle a muchos alumnos: ”Tú eres mi alumno favorito”, y que así lo sientan. A veces, cuando me pillan, me dicen: “Pero Paco, eso me lo dijiste a mí antes de ayer!! ”. Y es cuando les explico que mi alumno favorito es el que en cada momento tengo delante, y en ese momento lo convierto de nuevo en el ultra-favorito, el mega-favorito, o el super-favorito. Y queda tan conforme.
· Me mueve a ser merced la posibilidad de empezar cada día desde cero, la capacidad de perdonar (a eso ayuda mi mala memoria), como si lo que me dijo aquel alumno dos días antes no hubiera ocurrido. Por ejemplo, un alumno al que suspendí recientemente con un 4,3 para suficiencia me dijo “Te has lucido, Paco. Te has pasado 7 pueblos. A cada cerdo le llega su San Martín”. En junio ha aprobado sin problema, "pelillos a la mar".
· Puedo ser merced colaborando de una manera o de otra en las fiestas y eventos del colegio: El 24 de septiembre, Fiesta grande de LaMerced (jugar), en Navidad con el concurso de villancicos (cantar), en la Concentración Mariana (caminar, convivir), en la Fiesta Misionera (bailar, obtener fondos para las misiones).
· Se puede ser merced con las camisetas que me pongo a veces, porque dicen cosas, porque pueden dar mensaje sin alzar la voz: “nadie sin futuro (Caritas)”, “Educar es dar oportunidades (Entreculturas)”, “Hagamos del mundo la tierra de todos (Manos Unidas)”, “¿Cómo te atreves a decir que tu vecino es extranjero? (Sodepaz)”, “Humor, amor, respeto”, “Permanece en la verdad”, “La educación es el arma más poderosa”, “Alguna gente no admite ser imperfecta”, “Apaga el ordenador, sal a la calle y conoce a alguien” (estas últimas me las hice yo)”.
· Se puede ser merced contando a los chavales en clase (o en un pasillo o en el patio), cosas que me pasan en la vida o en las que estoy implicado, con normalidad. Las cosas de Dios son universales.
· Se puede ser merced diciendo algunas tonterías en clase de vez en cuando. El humor es fundamental en la vida. Mejora la relación con los alumnos y hacemos caso al fundador: ”educar sin aburrir”.
· Se puede ser merced proponiendo a los alumnos oraciones “diferentes”, empeñándome en la vida interior de los chicos/as:
o Bailar rezando, con Juan Luis Guerra y su "Para ti no hay nada imposible". Esta oración salió regular, pero había que intentarlo.
o Caricias de Dios. Rezar con el tacto (aunque tengan 15 años), reconocer la dignidad de la persona que tienes enfrente.
o Pensar en lo que nos hace felices, y ver que muchas de esas cosas tienen que ver con Dios.
o Inventar nombres de medicinas y prospectos que mejoran nuestros valores y estados de ánimo: Honestil complex, coulmentiras, desentristol, amistasil forte, iburrisas, frenapenas…
o Pedirles que preparen ellos la oración, y ese día casi no das clase, porque Bea, de 3º de ESO, ha preparado una oración contra el maltrato a las mujeres, y mantiene a sus compañeros totalmente cautivados.
o LLuvia de letras: Jugar con las palabras: oración de la COMUNIDAD, de la que extraemos palabras como común, unidad, da, mundo, ciudad, nudo, nido, comida. E intentar definir eso.
· Se puede ser merced alegrándote con los progresos, animando los procesos, alentando los cambios personales, con la caricia, con la mano en el hombro, con el beso (también a los chicos, “la ternura construye, contra la ternura no hay quien pueda”, le oí decir una vez a mi amigo Javier Baeza), con la escucha, con la denuncia (a veces también hay que decir una palabra, incluso para defender a un compañero o a un colectivo). Procurando ser coherente entre lo que dices y lo que haces, ¡ qué difícil !
· Creo que soy merced cuando procuro innovar en algunas de mis clases (no te puedes estar reinventando a cada rato), estando atento a las nuevas pedagogías, las nuevas tecnologías, incorporando las nuevas competencias, haciendo portfolios, wikis, o entornos personales de aprendizaje, tirándonos a la piscina con propuestas nunca intentadas, presentando a los alumnos a concursos internacionales… Tienen derecho a ser educados de otras formas, fomentando su autonomía y su participación en el currículo.
· Puedo ser merced contando todas estas cosas en mi blog – lo que pasa en el cole, nuestras excursiones y fiestas, las oraciones que hacemos, alguna denuncia social-, o en mi perfil de Twitter – tuiteando por ejemplo este encuentro bajo el usuario @fjmontero -, porque así está disponible para todo el mundo (estoy seguro de que Jesús de Nazaret nos invita a ser Creative Commons y estoy convencido de que sus palabras son Copyleft).
¿Tiene futuro vivir la Merced en nuestros colegios?:
· “Pues espero que sí, porque la Merced hoy por hoy son mis lentejas”.
· “Tiene futuro ser merced con otros, pero no seamos tan endogámicos con nuestro ser mercedario. Yo he tenido y tengo contacto con Somascos, Jesuitas, Mercedarios, Redentoristas, he estado en Taizé (comunidad ecuménica), conozco a chavales musulmanes y a algún que otro ateo militante, pertenezco a una comunidad en una parroquia, y en todas partes y con todos ellos he sido y soy feliz. Bajo diversos carismas. Para los cristianos nuestro valor se llama Jesús de Nazaret”.
· Y debemos ser merced con nuestros alumnos y con nuestros compañeros profesores, a los que a veces vemos y nos ven decaídos, agobiados, desmotivados. Debemos estar juntos, arroparnos unos a otros, denunciar las injusticias, sacar adelante nuestros colegios.
· Me conformo con “curar alguna llaga, enjugar alguna lágrima, calmar algún pesar” (parafraseando al padre Zegrí)
· Cuando una madre me dice, al abandonar su hijo el colegio en 2º de Bachillerato “Gracias por haber estado en el recorrido vital de mi hijo, y por haberlo acompañado”, pienso que mi vida como profesor tiene algún sentido, y que merece la pena seguir soñando futuros posibles. La Merced es para los que sueñan ¿Soñamos un mundo mejor, un cole mejor, una vida mejor para todos?