Después de esto hicimos una dinámica que llamamos "lluvia de piropos". Se trataba de que, aquellos que lo desearan, salían a la pizarra, les sentábamos en una silla, y nos poníamos a hablar bien de ellos. Los muchachos salieron de lo más contento.
Visto el resultado, se me ocurrió que podía pedir la complicidad de los padres, a los que también les prohibía "sacar pegas". Éxito rotundo. Les pareció una idea estupenda, y me agradecieron la iniciativa, por que les ayudaba a pensar bien en sus hijos, a escarbar en sus talentos y virtudes y sacarlos a la luz, les alejaba de ciertos roces que hay en todas las familias, y era una oportunidad para decirles lo mucho que les quieren. Me ha encantado ver toda esta relación familiar, y la cantidad de adjetivos y piropos que se pueden decir de un hijo/compañero.
Por preservar la intimidad de los muchachos, he quitado los nombres de los diplomas y he desordenado las transparencias respecto al orden de la lista de clase. Pero seguro que mis alumnos, cuando vean este documento, saben "quién es quién".