Hay muchas formas de vivir la Semana Santa. Todas válidas, por supuesto. Cada uno elige cómo quiere pasar sus vacaciones. Entre mis hermanos, amigos y conocidos ha habido gente que ha ido a la playa, al pueblo, o a otros países como Siria, en estos días tan convulso. Hay gente que no puede ni planteárselo, se ha quedado en casa por falta de recursos. Hay otra gente a la que le gusta mucho la Semana Santa andaluza, con sus procesiones y su religiosidad tan a flor de piel.
En mi familia, un año más, hemos ido a vivir la Pascua con otras personas, en clave de fe. Hace muchos años que lo celebramos así, y no lo concebimos de otra manera. Lo celebramos con la gente de
Acoger y Compartir, con los que estamos vinculados hace ya unos años.
Ha sido una Pascua chula. Una Pascua en la que cabe todo el mundo: niños y mayores, casados/solteros o con diferentes estilos familiares, católicos/ortodoxos e incluso no bautizados o alejados de Dios en este momento, gente de todas partes.
Nos hemos sentido muy queridos y acogidos, bendecidos por multitud de detalles, momentos, miradas, personas que nos interpelan, bendecidos por estar acompañados de muchas personas con sensibilidad hacia determinadas situaciones que no nos gustan.
Hemos sido invitados a cultivar una relación personal con Dios en estos días, a ser bendición para otros, a tener un corazón que piense y una mente que sienta, a abrir los ojos y el corazón a la luz de la Resurrección. Invitados a transformar, a resistir, a bendecir, a denunciar, a proclamar, a perdonar, a ensanchar, a amar...
Han estado muy presentes el dolor de Libia y de Japón (algunas de las fotos que aparecen en la presentación han estado presidiendo la capilla en nuestras oraciones, como icono actual que nos hace rezar con la realidad). También han estado muy presentes las personas inmigrantes que en nuestro país están siendo detenidas injustamente por la policía, su miedo a salir a la calle. Y por supuesto, los proyectos de AyC para cambiar la fragilidad en la que viven a diario niños y adultos en Níger, Haití, Bangladesh, Etiopía.
Hemos rezado, hemos reído, hemos cantado (muy presente la espiritualidad de Taizé), hemos llorado, hemos visto buen cine social y espiritual, hemos bendecido y nos hemos sentido bendecidos en nuestra fragilidad, nos hemos sentido abrazados, hemos reconocido esa bendición por la huella de su paso. En la mañana del sábado renovamos nuestras promesas bautismales junta a un río en el Parque Nacional de la Sierra de Cazorla. Incluso hemos celebrado una 1ª comunión en la Vigilia Pascual. Los niños, recién nacidos o no tanto, siempre sorprendentes, siempre son un reto, una delicia, un trozo de ternura.
Hemos acompañado a un Dios crucificado y resucitado todos los días, no como rememoración de algo que ocurrió hace 2000 años, sino como actualización de aquello en nuestra vida de todos los días.
En el siguiente enlace os dejo la reflexión hecha entre todos los que nos reunimos en la Pascua para la mañana de Resurrección, a la luz de la siguiente cuestión: ¿
En qué nos sentimos bendecidos en nuestra existencia?.
Desde una mirada creyente, todo puede ser reemprendido y renovado, por cada grieta puede asomar una luz.
Es una experiencia que en mi familia esperamos todos los años. Y no nos ha defraudado. Han sido u
n placer los días vividos. Aterricémoslos en la vida real. Feliz vuelta a la vida cotidiana. Feliz Pascua de Resurrección.
(Enlace a la web de
Acoger y Compartir referente a estos días.)